jueves, 10 de enero de 2013

CON TODO





El corazón es un niño: espera lo que desea.
 Proverbio ruso


El niño es realista; el muchacho, idealista;
el hombre, escéptico, y el viejo, místico.
 Johann Wolfgang Goethe (1749-1832)
 Poeta y dramaturgo alemán.





Una de las formas en que mi sobrino el Champiñón aborda a sus adultos más cercanos, es mediante una frase muy elocuente que acompaña con una mirada pícara, brillante, esperanzadora y ¿por qué no decirlo? bastante feliz; él busca cómplices, pretende crear una que otra alternativa a su entorno. Su sentencia favorita es: ¡Tengo una idea! Lo que sigue es expresar con enjundia su particular cosmovisión. Sinceramente, a mi me encantan sus ideas.

A los tres años uno es terreno fértil para que otros, directa o indirectamente, con razón o sin ella, cultiven emociones, sentimientos, sensaciones, aficiones y posibles respuestas ante terceros. A tan temprana edad, sin embargo, es muy difícil explicarle a un niño el significado de términos ambiguos y fundamentalistas, palabritas odiosas tales como: siempre, nunca, todo o nada. De hecho creo que a cualquier edad es difícil saber cómo y cuándo podemos utilizar esos conceptos, sin traspasar los límites invisibles de la ignorancia ciega y la sabiduría ocasional.

En días pasados, el pequeño Omarcito atendió una invitación a comer; el Champiñón acudió con ánimo desmesurado, con ese síndrome tan mexicano del Chavo del 8. No había sido su idea, pero eso no importaba, él iba por el puro gusto de saber cómo es el sabor en otros escenarios no sabidos.

No se trataba del mejor restaurante, ni siquiera uno de ellos, el destino era la taqueria ubicada en el mercado de la colonia; la invitación venía de una tía buena onda, pero eso tampoco importaba, el chiste era salir, debió pensar ese chamaco (chamuco, le dicen a veces). Una vez instalados en el lugar, la auspiciadora buena onda sentó a sus pequeños sobrinos y a su hija en estricto orden, hay que guardar la compostura –seguramente pensó-.

Un activo y atingente señor despachaba en aquel típico lugar, -de oficio taquero, dirían los enterados-. El personaje en cuestión hacia las veces de mesero, cajero, tesorero, garrotero, intendente y hasta de hostess con buena presentación.

La tía ordeno por todos, incluyendo el pedido del pequeño Champiñón:

-          Dos tacos de suadero para el niño, dijo ella
-          ¿Con todo? Cuestionó el plurifuncional dependiente

Ella dudo y entonces dirigió su mirada al pequeño invitado…

-          ¡Con todo y refresco! Se adelantó y gritó Omarcito…

Todos sonrieron, pero no tenían porque hacerlo, su deseo era honesto, asertivo y sincero. A preguntas poco claras, respuestas ciertas, dignas del pensamiento lateral. Es tan maravilloso encontrar fundamento en el complemento, ese es un  secreto de los niños. Infancia es destino como decía el psicólogo mexicano Santiago Ramírez.

Parafraseando al Champiñón: ¡tengo una idea!

¿Y si le buscamos nuevos significados a la sentencia: Con todo?

No estaría mal…