Jamás ha habido un niño tan adorable
que la madre no quiera poner a dormir.
Ralph Waldo Emerson (1803-1882)
Poeta y pensador estadounidense.
Tendremos el destino que no hayamos merecido.
Albert Einstein (1879-1955)
Científico estadounidense de origen alemán.
Esa tarde un meditabundo Alejandro caminaba, entre muchos individuos, seres cuyos pasos los llevaban a todas y a ninguna parte, los ocasionales escoltas se engañaban pensando que iban en grupo, ir de la mano no es juntura, como decía su viejo maestro de redacción.
El objetivo del paseo era comprar un obsequio ejemplar, Feliz día a todas las madrecitas decía un letrero cada tres locales comerciales. Zapatos no, nunca le quedan, ropa tampoco, nunca le gusta, flores si, pero a mi no me gustan, era la letanía de cada año.
Sofía, su amiga, le dijo alguna vez: a las mamás no nos importa el regalo sino ver a nuestros hijos bien. Vaya eufemismo… a Alejandro le conmovió la frase, y la compró al instante, sin embargo tuvo que deshacerse de ella cuando un año más tarde la misma Sofía le dijo melancólica: me regalaron una vajilla y no es el día de la cocina.
Los sólidos argumentos y los repetitivos antecedentes siempre obligaban a Alejandro a las compras de última hora, después de muchas vueltas en los centros comerciales el botín resultaba parecido al del año anterior: un par de zapatos cómodos, un suéter en color sobrio y un ramo de flores de invernadero.
Su viejita invariablemente decía: no hubieras gastado, y al instante sentenciaba: mmm, no me van a quedar los zapatos; qué bonito suéter pero… ¿no había de otro color? La emoción venía con las flores, con el acomodo en el mejor florero de la casa, como el ornamento ideal al centro de la mesa. Lo mejor: el fuerte abrazo con el que madre e hijo sellaban el momento de los obsequios. Sofía tenía algo de razón, las mamás no encuentran mucho en los obsequios como en la presencia de sus hijos, sencillamente lo recordó.
Años atrás, en uno de esos días de compras Alejandro adquirió para Sofía una figura en vidrio cortado. Es un Ángel, se llama Jofiel, le dijo la dependienta, es su Ángel de la guarda, por eso usted lo tomó de la vitrina, aunque no lo crea, él primero lo eligió a usted. Con el escepticismo que lo caracterizaba en ese entonces, Alejandro sonrió levemente, pagó, tomó el obsequio y se fue, ¡patrañas! Espero que a Sofía le guste, sólo eso.
El detalle no estaba completo, Alejandro escribió una nota y tuvo cuidado en esconderla muy bien al fondo de la figura: Si algún día lees este mensaje, nuestra historia aún será posible. Esa tarde entregó el presente a Sofía, siempre le había tenido un amor profundo, no obstante que años atrás su relación amorosa fue tan impetuosa como fugaz.
Hoy, Alejandro y Sofía viven en ciudades distintas, el amor perduro, ambos darían todo por encontrar una razón para el reencuentro, un pretexto para llamarse. La mamá del primero sigue recibiendo zapatos medio número más grandes, suéteres de colores incompatibles y bellas flores que enmarcan el abrazo de todos los días, de todos los años.
Alejandro sigue visitando el expendio de Ángeles, ahora los conoce a todos, por nombre, por características, por día de la semana. Mezcla Auras con Arcoiris, y se ha hecho amigo de la señorita expendedora del esoterismo.
Sofía, sigue recibiendo regalos poco adecuados, hoy no trabajó, le otorgaron el día como una prestación laboral y un reconocimiento de ocasión. Acudirá al festival donde su hija pre-adolescente recitará un poema. La soledad no se acumula, sólo se dispersa.
Por una licencia traviesa, su hija agregará una línea final al poema del Día de las Madres; la frase le gustó, la encontró está mañana cuando por accidente tiró el Ángel favorito de mamá.
Si algún día lees este mensaje…
…
Buen fin de semana
JNMH
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